Posts

Showing posts from January, 2009
Le gustaban las cosas pequeñas. Mientras tomábamos desayuno, solía sacarle el costadito al pan lactal. Solía mezclar el dulce de naranja y el dulce de leche y lo acompañaba con una chocolatada temperatura ambiente. Siempre con mueca de algo, hacía más de una cosa a la vez. Tomaba el desayuno y se cortaba las uñas. Leía el diario y miraba tele. Se cambiaba y hablaba por teléfono. En el colectivo siempre viajaba parada. En el subte prefería sentarse. Tenía manos torpes para lo cotidiano pero hábiles para el violín. Tocaba como sirena desde el fondo del mar, solía tocar con los ojos cerrados y muy seria. Tenía unos libros viejos de partituras clásicas y de jazz de su abuelo que tocaba una y otra vez. Me encantaba. Creo que la primera vez que la vi tocar, fue la primera vez que comprendí que esa mujer tenía algo para ofrecerle al mundo. No se me ocurre nada mejor, pero fue un instante de aquellos que se caracterizan por estar llenos de claridad y luz, un impulso del corazón o

Subtes multicolores

Image
cortes y cicatrices susurraba despacito cortes y cicatrices es todo lo que tengo Creo que no me vio. Estaba en el subte, como en diagonal a mi izquierda, botitas verde loro destruidas, una bermuda hasta las rodillas, cicatrices y tajos de una vida que no conozco. Ojos cerrados. Boca cerrada. No puedo evitar reírme de la gente que duerme con la boca abierta, apuntando al cielo, como esperando que ananá caiga justo entre sus filas sucias de dientes y lo ahogué ahí en pleno subte. Pero ella tenía los labios cerrados, orejas chiquititas, remera negra lisa, muñecas desnudas, ningún bolso. Si no la hubiera conocido así, durmiendo, hubiera apostado cien dólares que era lesbiana; o bi, ante la duda de esta gente dudosa. Pero ni se me cruzó por la cabeza despeinada. Saqué un cuadernito azul garabateado de mi mochila (suelo llevar cuadernitos y lapiceras negras a todos lados), y, dos estaciones antes de bajarme, escribí la siguiente nota: Verdes Tajos Cerrados Me hi

Esteban

Image
necesito silencio para escribir por razones que me superan Él maneja una combi de escolares. Nunca le gustaron mucho los chicos, pero las horas son cortas y el recreo al mediodía, largo. Come siempre solo, pocas veces se junta con otros colectiveros a charlar de accidentes de autos, el clima, el partido del domingo. Tampoco le gusta tanto el fútbol, pero igual lo sigue. Es de Tigre. Vive a veintitrés cuadras de la estación de tren, pero para el lado feo, donde los perros callejeros muerden la basura y una que otra calle es de tierra. Cada vez que llueve hay una gotera que no lo deja dormir. Nunca pudo encontrarla. La gotera. Se imagina que hay un gnomo verde que hace el ruidito arriba de su techo, y en realidad, no hay ninguna gotera. Sólo un gnomo verde. Su mujer duerme lo más bien. Siempre. Se llama Carolina. Ella no trabaja. Nunca le mencionó el tema de la gotera. Ni que le cuesta dormir. En realidad, pocas veces le menciona cosas. Ella en cambio siempre tiene algo que dec

buena

Image
antes de que comience a parlotear de más, debo aclarar que no es una buena noche. O una noche buena . Simplemente no lo es. Verás, sucedieron ciertos acontecimientos desafortunados que me hacen pensar que el universo es un escenario decorado, y detrás de escena está el sonidista y el director, brindando, siempre, la misma escena, brindando, sea champagne o vodka, vasos o copas, se ríen siempre igual, voces oscuras y roncas, profundas como bocas de leones o hipopótamos. Cosas que pasan. No sé, a veces creo que estoy loco, a veces que soy el único sano, pero la mayoría del tiempo me esfuerzo por no clasificarme o excluirme, hago un esfuerzo por incorporar la masa, incorporar las culpas y las responsabilidades, hasta intento llorar, intento llorar y no puedo. No puedo. Y no se de quién es la culpa. No tengo una buena razón para llorar tampoco, o quizás tengo demasiadas, pero la cuestión es que la última vez que lloré fue a los 10 años de edad. Lloraba en la ducha,

No sé

nosé que hacer. es como estar en la clásica división entre dos caminos la perspectiva fuerte y presente el horizonte eterno, está el asfalto impecable y la llanura interminable estamos nosotros estamos todos mirando esperando y sin previo aviso una explosión un destello de gritos ahogados y fuerzas desconocidas tiembla el piso y se nubla el cielo y corremos todos en direcciones contrarias los caminos siguen ahí ignorados y nos cautiva un surrealismo exasperante son los enanitos verdes es la lluvia amarilla es la escena que sucede en la televisión sin volumen es una mujer golpeando la almohada con el puño cerrado a los alaridos y el espacio vacío, sigue siendo espacio vacío y se congela la imagen nos mira la luna correr en direcciones contrarias ignorando los caminos y se distorsiona la perspectiva y el asfalto crudo y la niebla que esconde el horizonte hasta volví a leer y cantar buscando alguna verdad para aferrarme como niño que aprende a caminar cayéndose odio decirlo pero devu

carajo

Image
quiero escribir algo que comience por los dedos del pie, algo agridulce, algo que me convenza quiero dejarme ir entre bosques y mares y estereotipos tiernos de naturaleza y puedo pero a veces no Se sentó como indio en el piso del living. Estuvo así tres horas. Quietecito, inmóvil, mirando la pared blanca. Alguna vez salimos a caminar y me preguntó, de que color son las nubes? blancas. ah. como la pared de casa. y sí, las nubes son como la pared. o será que la pared es como son las nubes? se paró, mueca de nada, ojos cansados, caminó hacia el teléfono, lo desconecto, se volvió a sentar. de que color son las nubes hoy? no hay nubes, sólo cielo. solo cielo. hacía parpadeos largos, inflaba sus cachetes, miraba en diagonal las lámparas apagadas. Siempre fue inquieto, solía decir su madre, entre sonrisas nostálgicas. Se calzó los zapatos y se fue. Caminó cuatro cuadras hasta la plaza. Se desató los cordones, la camisa, el cinturón, las medias, la re

Ahora

Image
Sentirse solo es curioso . No hay que necesariamente estar físicamente solo. Hasta la presencia de muchas personas, sean conocidos hiperactivos o una masa gris que nos abraza, puede agravar la soledad. En contraste, al estar solo uno no necesariamente tiene porque sentirse solo. Es curioso. Mas la soledad es cómplice, y cuando se encuentra presente, sin vueltas ni sarcasmos lo sabemos de inmediato. Prendemos la radio, subimos el volumen, abrimos una ventana para filtrar los ruidos de la ciudad molesta. Algo hay que hacer. No te podés quedar quieto, expectante, dejar la brisa entrar, como una cuchillada lenta en el pecho, respirar hondo y sin pestañar, ya mirando la nada, dejarse estar, y sentir el latir de un corazón amargado, amenazando con ir cada más lento; sentir la sangre en las venas; más allá, quizás la lluvia, sobre el techo de chapa del vecino, o los ladridos de algún perro vagabundo, o el ruido indestructible que hace el silencio cuando lo escuchamos. Cate

Secretos de un idiota

-- Veo el fuego, veo el final -- -- Cursy gilipollas te juro que me la pagarás -- Fue una triste cadencia de acontecimientos desafortunados, una especie de sopa de recuerdos que fui tragando a cucharadas, medio atragantado, medio triste, con los ojos llorosos mirando a la moza arreglarse el corpiño. Que bello mundo cruel. Primero tapé la camarita de mi notebook con una cruz de cinta. Me sentía observado por un alguien desconocido. Denuncie al cordero de dios en plena consagración de misa dominguera. Tenía 7 o 8, y siempre me quedaba dormido o hacía demasiado ruido, siempre corriendo de acá para allá, escondiéndome en los confesionarios. La única vez que le presto atención al cura escuho "Este el cordero de Dios que quita los pescados del mundo". Acto seguido, pronuncio, con las manitos en el aire en forma de protesta: "cordero chorro!" Ahora tengo 9. Encuentro, en la computadora de mi papi, un video de mi tía bailando en bikini. Me invade una sensac

Te miran

kiosco de dulces que quieres comprar tenemos rocas, manos y luces tenemos rosas, pies y atravesar los confines del silencio podemos siempre intentar alcanzar las llanuras del vacío podemos escapar cadenas ajenas debemos escapar cadenas ajenas deberíamos escuchar palabras las nuestras.

reina matutina

Image
[A la gente le encanta repetir cosas.] Me levanto confundido. Suele pasar, sobre todo últimamente, siempre con la mochila al hombro, siempre tropezándome con cosas y gente y más cosas, porque al fin y al cabo parecen ser sólo cosas, objetos inanimados que no me producen ninguna emoción o reacción, pedazos de materia abstracta o concreta que no me transmiten ningún mensaje, y que parecen estar posicionadas casi arbitrariamente para hacerme tropezar. Hoy no es la primera vez que tengo un accidente, que me choco, que un camión acelera en rojo y me aplasta para hacer de mí y el asfalto uno solo. Lo que cambió fue que hoy pude sorprenderme, tuve la capacidad de asombrarme ante el tamaño y la forma, o más bien ante la curiosa cadencia de obstáculos que hicieron de mi mañana un viaje en tren de Retiro a Tigre, ida y vuelta, ida y vuelta, hasta que el tren se descarrila y aparezco misteriosamente en un mundo multicolor de fragancias desconocidas color rosa y enanitos violetas as

pingüinos

Image
Hay pocas razones por las cuales un hombre estaría dispuesto a matar a un pariente de su mujer. Como una tía, por ejemplo. Pero antes de proseguir a intentar explicarlas, es importante aclarar dos cosas: a) no suelo caber cómodo dentro del cubito de la estereotipada manera en la que se usa la palabra hombre, llena de prejuicios de coraje, fortaleza, orgullo, honor, una estúpida pasión por los deportes de contacto físico, una constante omisión de sentimientos y emociones y un forzado instinto por bombear todo lo que hace sombra. Tengo mis días, verás, pero usualmente simplemente no me siento identificado. No vamos a decir que no lo intenté, pero esa cajita es demasiado chica, y a la vez demasiado grande, como si no fuera cuadrada pero algún tipo de triángulo anti-geométrico malvado, y por más que gire y me tuerza, no lo lograré. Me tardo un rato aceptarlo. Me encantaría ser ignorante de todo y seguir, sentirme parte de un club privado. Pero no, un pingüino me recuerda de m

Yo no la maté

Siempre las manos frías. Ante todo, manos frías y ojos llorosos, un aspecto de lluvia, un apego a la palabra "enterrar" y una pasión irracional por todo lo verde loro. Se llamaba Sofía. Leí alguna vez en un libro que significaba "conocimiento", en uno de esos libros que ofrecen una introducción a la filosofía, pero nada tangible ni sensato, abusando de sinónimos de abre tu mente, abre tus ojos, sal de la cueva, como si recibir más órdenes haría que rebalsara el vaso y entendiéramos que no tenemos control sobre nuestras vida y somos tan sólo títeres. Blah blah blah. Es todo muy cliché. Y me avergoncé tanto al pensar que su nombre significaba "conocimiento", que apenas se lo comenté me di cuenta de lo fuera de contexto que estaba mi comentario, de lo fuera de contexto que estaba yo en ese bar oscuro de barrio, cambiando la cerveza de mano cada diez minutos para que no se me congelen los dedos, con mi usual paranoia que todos los ojos están en mí. Y

negación artística

No. Ese no es mi nombre. Soy titulado desconcertante, desconfiado, desconocido. Ya era de noche. Apoyé el maletín con rabia; no lo arrojé, no lo tiré, no lo chamusqué contra la pared: con odiosa suavidad lo apoyé en el sillón, y ahora así, casi me ahorco sacándome la corbata, y luego la camisa, y zarandeé los zapatos y dejé caer el cinturón y observé por un segundo el living comedor infestado de ropa. Media vuelta y a la cocina. Busqué en uno, dos, tres armarios. Cuatro, cinco, siete cajones. La heladera. El frizzer. Nada. Abajo del lava platos. Sí. Bingo. Me serví un vaso. Medio más. Saqué unos hielos. Respire hondo. Me saqué el anillo, y lo acosté con cuidado en la mesada de mármol helada. Me froté los ojos. Me distraje mirando los deliverys pegados en la heladera. Un chau fan; medio kilo de menta granizada: una napolitana; una comedia romántica pésima. "Como en tu casa". Me estiro, prendo la radio. La última del dial. Me siento en el piso, con mi vaso y los hielos

ojotas

Infragante insomnio y anomalía tenue y cremoso nublar de un portazo desquebrantar injusto de una pared mal pintada Salgo vestido, cubierto, escondido arduo caminar, bostezar, bostezar injusta lluvia de un peso inmenso húmeda gota final como quieres que te siga si soy tan sólo un espectador si cielo no es no llegar si caerse no es no levantarse adonde escaparon las gaviotas de este puerto adonde se escondieron los fantasmas del sordo acontecer adonde se escuchan las palabras y se huelen los aullidos adonde se dictan las leyes del correr desaforado adonde encuentro mi espejo arañado de quehaceres indispuestos y jardines sin podar adonde encuentro mi espejo anclado entre tanto místico pasado y un tierno Gibraltar adonde están las sirenas del presente indulce, aleteando en la arena sin respirar adonde fueron las palomas blancas de nuestro buenos aires idiotas inocente signo de vitalidad quiero tirarle pan a las palomas muer

Un paso, dos pasos, pared

No me importa que es lo que puedas o no puedas ver. Somos todos una consecuencia de nosotros mismos, encerrados en una jaula inexistente pero decorada, vistiéndonos de arbitrarias experiencias y desencuentros con nuestro ser. Es un mar miniatura, fundado por enanos en el Polo Sur siendo latigados por Papá Noel. Nos movemos con torpeza, en una pelea entre gallinas y pingüinos para ver quién vuela más alto. Así empezó la mañana, con un discurso escalofriante y cierto, entregando la astucia a la lujuria. Me levanté con el pie que tiene el dedo gordo morado (el izquierdo), y salí a la terraza. Había un cielo, siempre lo hay, y calles y edificios. Si el cielo hubiese sido salpicado en un lienzo, sería un horrible cliché de rosas y morados que no existen. Pero no. Fue una mezcla de mañas y travesuras, y me inundó un dolor sordo, fue una puñalada debajo de la axila, a esas horas; creía saberlo todo, en mi sabiduría matutina, me engañaba tan elocuazmente, y un cielo de otoño tard