Le gustaban las cosas pequeñas. Mientras tomábamos desayuno, solía sacarle el costadito al pan lactal. Solía mezclar el dulce de naranja y el dulce de leche y lo acompañaba con una chocolatada temperatura ambiente. Siempre con mueca de algo, hacía más de una cosa a la vez. Tomaba el desayuno y se cortaba las uñas. Leía el diario y miraba tele. Se cambiaba y hablaba por teléfono. En el colectivo siempre viajaba parada. En el subte prefería sentarse. Tenía manos torpes para lo cotidiano pero hábiles para el violín. Tocaba como sirena desde el fondo del mar, solía tocar con los ojos cerrados y muy seria. Tenía unos libros viejos de partituras clásicas y de jazz de su abuelo que tocaba una y otra vez. Me encantaba. Creo que la primera vez que la vi tocar, fue la primera vez que comprendí que esa mujer tenía algo para ofrecerle al mundo. No se me ocurre nada mejor, pero fue un instante de aquellos que se caracterizan por estar llenos de claridad y luz, un impulso del corazón o de la mente que arrebata la niebla para dejarnos ver lo que tenemos debajo de nuestras narices. Personas y errores y gente y dolor y violines que suenan como caracol ahuecado.
Llueve un poquito
Llueve un poquito. Sobre la pileta verde: hojas un aparatito de cloro hundido una enredadera que se desenredó y cayó, ahí, en la parte honda un inflable a medio inflar ¿Quién infló el inflable? Es casi invierno. Llueve, un poquito, y al duraznero se le salió la última hoja Las gotas como paredes invisibles, los yuyos más verdes que nunca y el agua de la pileta salpicada por el agua que viene del cielo ¿Quién infló la ballena inflable y por qué la infló a medio inflar? Lejos escucho los autos y los aviones y el murmullo manso de mi barrio como olas de mar Pero es no es mar El mar está lejos de acá ¿Será que alguien se metió al agua con la ballena y esta se pinchó y ahora está perdiendo aire lentamente desinflándose? Todo quieto y todo mojado. Quietud y mojatud. La pileta desborda y la ballena se atora en la orilla de tierra y pasto. Ya no llueve poquito. Baja el sol y no puedo no seguir acá, quieto y mojado, y me vuelvo a preguntar: ¿Quién infló el infl...
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