Secretos de un idiota

-- Veo el fuego, veo el final --
-- Cursy gilipollas te juro que me la pagarás --
Fue una triste cadencia de acontecimientos desafortunados, una especie de sopa de recuerdos que fui tragando a cucharadas, medio atragantado, medio triste, con los ojos llorosos mirando a la moza arreglarse el corpiño. Que bello mundo cruel.
Primero tapé la camarita de mi notebook con una cruz de cinta. Me sentía observado por un alguien desconocido.
Denuncie al cordero de dios en plena consagración de misa dominguera. Tenía 7 o 8, y siempre me quedaba dormido o hacía demasiado ruido, siempre corriendo de acá para allá, escondiéndome en los confesionarios. La única vez que le presto atención al cura escuho "Este el cordero de Dios que quita los pescados del mundo". Acto seguido, pronuncio, con las manitos en el aire en forma de protesta: "cordero chorro!"
Ahora tengo 9. Encuentro, en la computadora de mi papi, un video de mi tía bailando en bikini. Me invade una sensación de asco y placer. Me voy corriendo a mi cuarto y me abrazo a mi peluche favorito, que era un mono llamado Alpagualpa.
La semana pasada intento luchar contra mi pánico de los asientos dados vuelta en los colectivos. Me siento. Miro por la ventana. Veo a una mujer embarazada y en vez de jugarla de dormido, le ofrezco el asiento. Me dice muy fuerte y claro, "no estoy embarazada mi vida". Todos en el colectivo me miran. Casi corriendo me bajo del colectivo en pleno panic attack.
Ayer me sentía sólo y llamé a la operadora de McDelivery para hablar con alguien. Me aprendí todas las nuevas promos. Y hasta la invité a salir. Pero me dijo que tenía novio. Todavía sigo pensando si me mintió.
No puedo escuchar una canción sin marcar el tempo, sea mentalmente, 1,2,3,4, o con los dedos... o los pies... o la lengua. Es un problemón. Una mala conducta social. Atenta contra la tranquilidad de los que me rodean.
En momentos de absoluta clarividencia, no puedo diferenciar mi derecha de mi izquierda. No me juzguen.
Nunca uso los dos lados de la hoja. Sólo uno. No me pregunten por qué.
Mi madre solía festejarle el cumpleaños a nuestro gato "Chichón". Con torta, velitas, globos y guirnaldas, yo no podía no ponerme celoso, tanta atención a un gato obeso y arisco, lo único que sabía hacer era morderme mis power ranger.
Y hoy confieso mis secretos ante desconocidos porque, la verdad, no tengo nada mejor que hacer, con 49 años, ya usé todas las corbatas, ya recorrí todos los atajos y ya me emborraché hasta el cansancio, ya me casé y me divorcié, ya pasé por la etapa de las madres, y las abuelas, pase por la de las hijas, las hermanas, las nietas y las tías, y sigo sintiéndome un infeliz. Y mi psicólogo dice que el primer paso, es aceptarlo. El segundo, compartirlo. Así que ahí va.

Comments

Pablo DM said…
Me gustó mucho. Me transportó exactamente al lugar donde estoy ahora, sentado en cubículo sintiéndome un infeliz, gastando corbatas, trajes...gastando vida.
Saludos!
Jorge said…
Muy buena catarsis, pero baja el umbral de frustraciòn porque lo que sigue es la 38

Popular posts from this blog

y bueno

Imperfecto

En una plaza venida abajo