Esteban

necesito silencio para escribir por razones que me superan

Él maneja una combi de escolares. Nunca le gustaron mucho los chicos, pero las horas son cortas y el recreo al mediodía, largo. Come siempre solo, pocas veces se junta con otros colectiveros a charlar de accidentes de autos, el clima, el partido del domingo. Tampoco le gusta tanto el fútbol, pero igual lo sigue. Es de Tigre. Vive a veintitrés cuadras de la estación de tren, pero para el lado feo, donde los perros callejeros muerden la basura y una que otra calle es de tierra. Cada vez que llueve hay una gotera que no lo deja dormir. Nunca pudo encontrarla. La gotera. Se imagina que hay un gnomo verde que hace el ruidito arriba de su techo, y en realidad, no hay ninguna gotera. Sólo un gnomo verde. Su mujer duerme lo más bien. Siempre. Se llama Carolina. Ella no trabaja. Nunca le mencionó el tema de la gotera. Ni que le cuesta dormir. En realidad, pocas veces le menciona cosas. Ella en cambio siempre tiene algo que decir. Que falta esto, que falta el otro, que te olvidaste de buscarme el pan rallado para hacer las milanesas y los chicos están cansados de comer la carne así nomás. Sí, tiene tres hijos. Dos nenas y un nene. Florencia, Agustina y Marcos. Tienen 5, 7 y 8 respectivamente. Las chicas son insoportables. No paran. Marquitos en cambio es callado, casi no habla, nunca se quejó de nada. Nos los ve mucho. Después de terminar su recorrido siempre hace tiempo en el centro viendo vidrieras o tirándose en alguna plaza a mirar el cielo. Se acuesta panza arriba en el pasto y mira las nubes pasar. Tipo 11 llega a casa con cara de nada, come solo, y se acuesta al lado de su mujer. Ya están todos durmiendo. Menos él.
Los sábados y domingos se despierta temprano, con los primeros indicios del amanecer, pero recién sale de la cama a las 12. Los chicos juegan afuera, y vuelven a la tarde para ver la tele. A veces hace trabajos de electricista para juntar unos mangos más. Cada tanto, se toma el 113 hasta Luján para visitar a sus viejos. De vez en cuando camina sólo las 23 cuadras hasta la estación de tren, y se para sobre la línea amarilla. Y cuando se escucha el tin-tin y se bajan las barreras, se imagina como sería tirarse, dejarse ir, y olvidarse del micro de escolares y las gauchadas como electricista, y la lucha por su jubilación, y los útiles de los nenes. Pero la gente se empieza a amontonar, y pronto él es solamente un estorbo, y se corre y se vuelve a su casa.
Ya no le preguntan adonde estuviste.
Al loco Esteban lo ven caminando solo, siempre solo, y callado, se dice que le pega a su mujer y que no quiere a sus hijos. Otros dicen que solía cantar y tocar la guitarra como los dioses. Otros que es un pobre infeliz y hay que dejarlo en paz, que haga su vida.
Que haga su vida.

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