Un paso, dos pasos, pared

No me importa que es lo que puedas o no puedas ver. Somos todos una consecuencia de nosotros mismos, encerrados en una jaula inexistente pero decorada, vistiéndonos de arbitrarias experiencias y desencuentros con nuestro ser.
Es un mar miniatura, fundado por enanos en el Polo Sur siendo latigados por Papá Noel. Nos movemos con torpeza, en una pelea entre gallinas y pingüinos para ver quién vuela más alto.
Así empezó la mañana, con un discurso escalofriante y cierto, entregando la astucia a la lujuria. Me levanté con el pie que tiene el dedo gordo morado (el izquierdo), y salí a la terraza. Había un cielo, siempre lo hay, y calles y edificios. Si el cielo hubiese sido salpicado en un lienzo, sería un horrible cliché de rosas y morados que no existen. Pero no. Fue una mezcla de mañas y travesuras, y me inundó un dolor sordo, fue una puñalada debajo de la axila, a esas horas; creía saberlo todo, en mi sabiduría matutina, me engañaba tan elocuazmente, y un cielo de otoño tardío me demuestra que estoy equivocado. No quiere decir que no todo este perdido. No es un rayo de esperanza, sino una prueba de que aún puedo reirme de mis idioteces, sonreirle a un cielo que se escurre entre mis pocas horas de sueño y mis muchas horas de trabajo. Es tan irónico, que sonrío.
Y sonriente, me doy cuenta de que voy a llegar tarde. Es inevitable. Sencillamente, sin doblez ni engaño: inevitable.

Comments

Gala said…
Excelente remate.

Popular posts from this blog

y bueno

Imperfecto

En una plaza venida abajo