carajo


quiero escribir algo que comience por los dedos del pie, algo agridulce, algo que me convenza

quiero dejarme ir entre bosques y mares y estereotipos tiernos de naturaleza
y puedo
pero a veces no
Se sentó como indio en el piso del living. Estuvo así tres horas. Quietecito, inmóvil, mirando la pared blanca. Alguna vez salimos a caminar y me preguntó, de que color son las nubes? blancas. ah. como la pared de casa. y sí, las nubes son como la pared. o será que la pared es como son las nubes?
se paró, mueca de nada, ojos cansados, caminó hacia el teléfono, lo desconecto, se volvió a sentar.
de que color son las nubes hoy? no hay nubes, sólo cielo. solo cielo.
hacía parpadeos largos, inflaba sus cachetes, miraba en diagonal las lámparas apagadas. Siempre fue inquieto, solía decir su madre, entre sonrisas nostálgicas.
Se calzó los zapatos y se fue. Caminó cuatro cuadras hasta la plaza. Se desató los cordones, la camisa, el cinturón, las medias, la remera, los boxers grises. Se desnudó sin gesitarlo, sin mirar a los costados, y se acostó panza arriba al cielo. Esperando a ser arrestado.
Fue un acto poético que me quebró el corazón. Los policías lo golpearon mientras él se resistía, una y otra vez, y pronto llamaron una ambulancia y se lo llevaron, ya quietecito, no del todo muerto pero no del todo vivo.
Quedó su ropa, en la plaza, dibujando arte abstracto para las palomas, regalándoles sus ansias de volar.
Me siento a recordarlo en la oscuridad, con un nudo en la garganta y una botella helada en la mano. Y no puedo evitar sentirme culpable, un cómplice de la incomprensión y la dictadura, manchado en sangre, hundido en tinta negra, con un nudo en la garganta, y una botella helada en la mano, lloró la primera gota por él.
celebremos la locura
carajo

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