Entré al baño y estaba vacío, me esperaba, el espejo, esperándome, me confesó que tenía el cuello subido y una marca de rouge en el cuello. Me lavé la cara y miré fijo a esos ojos que me miraban y estuve así largo rato, esperando a que algo suceda. Pero no. A veces esperar no es suficiente. La puerta decía tire pero empujé y frenó ante un obstáculo, un compañero, que balbuceó algo mientras se masajeaba el cachete pálido. No iba a ser un día fácil. En el escritorio me hundí en las palabras vacías y los quehaceres reprimidos y, para variar, trabajé, como poseído, algún vagabundo me regaló su concentración y su astucia. El buen karma, sonreí. Me fui temprano y caminé abstraído entre las cabezas y los botones, la desnudez escondida y los sueños y las derrotas. Me llamó la atención una señorita, posicionada detrás del contador de una farmacia, bajo aire acondicionado y presa tras puertas automáticas, la aborrecía la llegada de una muerte inesperada y una vida prolongada, vivía por que no sa...
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