Diálogo entre dos

- Yo creo que tiene que tener terraza, así tomás sol, sino en el invierno quedás hecha un alien pálido, ondulando entre el verde venoso y el blanco cadáver.

- Mirá Mauricio, no te preocupes por mí, no voy a ir nunca y la terraza me da miedo porque no voy a estar yo para cuidar a los chicos. Lo único que te pido es que duerman de a dos igual que acá. Es importante que les guste ir a tu casa los fines de semana.

- Bueno pero no te pongas así, podés pasar cada tanto a visitar, pensá que ellos son dos y yo soy uno, y yo a diferencia de otros no soy mantenido: yo trabajo, pago alquileres, pago reproches, malcrianzas, caprichos...

- ¿Cómo dos? Espero que tengas lugar para los cuatro. Ya sé que Miguel y Benjamín no son tus hijos pero necesito que te los lleves con sus hermanos. Ellos no pueden separase. Por supuesto que si me gusta la casa, voy a ir a visitar. ¿Te gusta este barrio?

- Bueno pero Miguel todavía no dejó la teta y Benjamín sigue usando pañales, supuse que se iban a quedar con vos, perdoname. El barrio bien, no sé, vos sabes como me siento respecto a los supermercados chinos. Parece que estuvieran mutilando ballenas moribundas, se huele desde libertador, es un bajón. ¿Por qué, a vos sí te gusta?

- Me parecía bueno que estuvieras cerca por si necesito algo. Como una transición. Yo en realidad no quiero que vayas, eso es una decisión tuya. Pero pensalo. Yo seré fea y pálida pero cocino bien y tengo una dentadura sana.

- Es verdad, pero yo siempre te dije que vayas a algún casting de Colgate y nunca me diste bola, y con el tema de la cocina ni empecemos, los platos te salen ricos pero los ingredientes carísimos, siempre probando cosas raras al final del día los ravioles de salmón tienen un gusto amargo a cuenta eterna de supermercado. Yo encantado de que pases por casa, siempre y cuando tomés sol en la terraza y me ayudés con los chicos, ¿Es mucho pedir?

- Si voy a tomar sol, voy con un amigo. Juan Galvez, ¿lo conocés? Es de Lanús.

- No, por mi ni te preocupes, caé tranquila con tus pretendientes, yo encantado, si hay un cuarto de invitados te lo cedo, o mejor, voy yo al cuarto de invitados y les dejo el principal, así están más cómodos.


- Ah, ¡Estás celoso! Es sólo un amigo pero tu reacción indica que me seguís queriendo. Estoy segura. Te conozco. Sé que me querés castigar, que estás enojado por algo. Por favor decime qué es.

- No no no no, no voy a caer en tu psicoanálisis barato tan fácilmente, yo se donde termina esto, vos te haces la arrepentida nosequé miau miau uaf uaf perrito mojado, esto se desvirtúa, y en vez de concentrarnos en mirar casas acabamos encerrados en algún cuarto, la de la inmobiliaria sale del baño de una puta vez y nos encuentra trepados arriba de un mueble todo plastificado y después encima me culpás a mí por impulsivo cuando en realidad vos lo tenías todo planeado de antemano, ¿O me vas a decir que venís vestida de mini-falda en invierno porque las calzas son más abrigadas que el jean?


- ¿Y eso que tiene de malo? Así es la vida. Queremos cojer, cojemos. ¿Cuál es el problema? Todavía sos mi esposo lo que entiendo es por qué te querés ir de casa. ¿Es por Benjamín y Miguel? Si al final son como tus hijos.

- Claro. Hagamos énfasis en el “como”. Porque yo soy rubio, ojos azules, blanco teta y ellos amarillos, pelo negro y ojos semi-achinados. ¿En qué aspecto son como mis hijos? ¿Porque les pago los pañales, la ropa y me banco los gritos?

- Eso es culpa tuya por mudarnos al barrio chino. No des vuelta las cosas me eches la culpa a mí.

Yo escribí la voz masculina, Ana la voz feminina.

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