Pasando Rivadavia

Era una tarde como cualquier otra. Se escuchaba el susurro del tren disonante, ya acercándose a las llanuras y el silencio del Sur. Llegaba cuando quería, siempre a destiempo, siempre en el momento indicado. Cargaba con una promesa, una promesa de algo fresco y perturbador. Y luego el relinche de Manolito, el moro de José, y el desafinar prolongado de los frenos en la estación.
José, (o el turco, como solían llamarlo a sus espaldas), se encontraba en su posición habitual, distante, con un mate frío en la mano izquierda y la espalda encorvada de tanto esperar. Llevaba los ojos cansados, siempre fijos en la puerta, como si su mujer fuese a aparecer entre tanto desconcierto. Ignoraba el ruido de los muchachos que trabajaban en la quinta del inglés, reunidos en la mesa de la ventana. Sólo se limitaba a servirles con pulso firme y una media sonrisa, siempre detrás del contador. Solía ver en él los rasgos de su padre: la mirada abstraída, la nariz arraigada, la mandíbula tiesa.
El día se fue apurado, y antes de darme cuenta José había prendido una lámpara vieja de kerosén. Yo me había acomodado en el suelo, apoyado en el mostrador. Mis días de emborracharme en aquel almácen habían terminado hacía rato. Volvía por costumbre, era el olor y las distracciones y los recuerdos que me enceguecían, me empujaban hacia adentro.
Se escuchó el redoblar de las puertas mientras entraba un gringo. Levanté la vista para encontrarme con ojos confundidos, un porteño de aquellos, con mueca confundida y voz titubeante. No me sorprendió.
Ordenó algo que no logré escuchar y se sentó junto a la ventana, donde suele sentarse el señor Gonzalez, dueño de la quinta de enfrente. Por supuesto que el forastero no lo sabía, se encontraba ajeno y perdido en su desconcierto de intruso. Proviene de otra tierra, entre edificios y balcones, donde la gente camina rápido y el piso es duro y frío, de un asfalto cruel.
No soy de juzgar, ni alardear injusticias. Pero tengo un mal presentimiento sobre este hombre.

Comments

Popular posts from this blog

y bueno

Imperfecto

En una plaza venida abajo