digamos
Empieza muy callado el bajo, se distingue una melodía atonal, desenfrenada, como un murmuro de avestruz, un murmuro asfixiante. Cada segundo gana importancia, nos vamos, volvemos, y el presente remoto espera. Nos ubicamos acá, en el instante revelador.
De lejos la batería marca el pulso, en una humilde honestidad, se deja esconder, siempre a conciencia.
Antes de entender llegan seis cuerdas, como relojes rengos y arbitrarios, no se dejan guiar y en su adolescencia promiscua gritan en una carencia de sentido
una búsqueda del sonido absoluto.
Y que si, y que fa, y que mi...
Y que la, y que do, y que mi...
Nada, siento que algunas horas son irrelevantes. Y otras críticas. Y en ese contraste me pierdo.
Habiendo dicho esto, Martín se acuesta conforme con su inconformidad. Y se duerme.
Comments
Tu texto, hermoso,
besos
Muy bueno.