concernos

Me siento un poco culpable. Un poco, quiero enfatizar, sólo un poco. Sí. Ya sé que este no es lugar para disparatar sobre mis ocurrencias matutinas, además a los pequeños se les cierran los ojos y apoyan la cabeza en el de al lado y yo que sigo hablando. Le pregunté a Osvaldo si me autorizaba para transmitirles mi historia, mi experiencia, y me recomendó que no lo hiciera. Pero al colegio se viene a aparender, y creo que el día de hoy tengo algo que enseñarles.
Hace sólo dos semanas, en un martes oscuro de invierno prematuro, se murió un hombre llamado Carlos Montero. Era padre de tres criaturas. En ese entonces no lo conocía. Yo comenzé mi día como cualquier otro, hice lo que solemos hacer todos todas las mañanas y me fui sin terminar el café. Caminé mis tres cuadras hasta la estación de subte, bajé las escaleras, pagué el boleto, saludé al guardia, y me paré a esperar. El subte estaba tarde y me dolía la cabeza. En eso recibí una llamada de mi mujer, que histérica me recordó que pasé a buscar a las chicas a la tarde por la clase de piano, y que le pagué lo que le debemos. También me dijo que me olvidé de despertarla y que no puede ser que luego de 10 años no pueda lidiar con un martes como cualquier otro, es tocarle el hombro, o abrir la persiana, o prender la luz; es preparar el desayuno, sonreír, despedirse y entre tanto malambo se escuchó el subte que se acercaba y que el sábado comíamos en lo de Luisa y que Marquitos quería que vengas al partido y un hombre en la multitud sofocada me pidió permiso y no podía, tenía una reunión, muy temprano, y más tarde iba a comer con los chicos y una mujer pelirroja paso delante mio mientras me acercaba al anden y que siempre con tus amigos, que capaz hoy puedo pasar por tu oficina, que te parece, y levanté la cabeza y ya casi estaba, y porfavor no te olvides, enserio te digo, y di media vuelta y sentí como un golpe en el costado y unos pocos alaridos y gaspidos y no entendía, víctima de miradas, hasta que se fue el subte y ahi estaban los restos de Carlos Montero. Ahi estaban, inmóviles. Y se me cayó el celular, celular que nunca me agaché a buscar y perdí todos mis números. Y Carlos perdió su vida.
No vengo a buscar lástima ni odio ni a pedirle perdón al pueblo. Simplemente quería decirles que hay cosas que suceden. Sólo suceden. Sí.

Comments

CAI, amigo en todas las reglas, con todo lo que uno espera de otra persona, compartir esto, así haua sido ficción, me pateó con todo, tienes mi afecto de siempre, tengo que venir más seguido por aquí.
Crispín said…
Me gusta mucho el paralelismo. La vida a veces nos trascurre del lado del portón que no alcanzamos a ver.

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