míos

estaré enloqueciendo? me cuenta la voz grave del arbusto enojado que enloquecer es, hoy en día, muy fácil... notá lo rápido que van las cosas, uno se pierde entre tanta arbitraria soledad y anti-compañía, uno busca la manija, pero no hay puertas ni ventanas y una sola entrada. Y aún así nadie puede salir.
un castillo de arena? pregunta curioso la voz del ruiseñor multicolor
no, a los castillos de arena se los lleva el mar, como todo, se esfuman y se desarticulan, lentamente, van perdiendo forma y sonrisas
es una casa de muñecas? es de azúcar? - se anima, siempre tímida la voz del delfín de limón sin aletas, soñando en la utopía del surrealismo
no, pescado, las muñecas siempre sonríen, pálidas, con los ojos abiertos, esperando simular algo irreal... son la muerte, disfrazadas de una gloriosa libertad astuta, con sus vestidos de colores. Ni hablar de su atípica desnudez, esa flagrancia de lo robusta que es la realidad.
El zorzal espinado escupe una tos violenta, aireada, de esas que despliegan un eco eterno. Preocupados, todos se callan. Estoy bien, aclara, en su voz ronca y rasguñada.
El silencio perdura. Otra tos.
Es un laberinto. Nada más. Otra. (El delfín piensa que se va a morir, ahí nomás, en un momento tan vacío de sentido y astucia. Pero no dice nada.)
Yo ya conocí las afueras, tropecé con la salida en una tarde como esta. Lo único que puedo decirles es que aún no es el momento. Capaz que pasó demasiado tiempo. No sé. Volveremos cuando dejemos de crear paredes.
Creo que sí, honestamente, estoy enloqueciendo. No sé como se vería un delfín tan afeminado, ni un zorzal medio cactusero. Pero me invaden, cuando se les antoja, me dejan sus ratitos y sus tácitas enfermedades y acumulo verdades de un universo paralelo. Los escucho murmurar y soñar y retarse y yo sigo caminando por la calle, mirando hacia la derecha, atrás, la izquierda y vuelto carnero y nada. Es la nada, es el laberinto, son las voces.
Decime la verdad, el presente me está matando. Hace dos días la ardilla jazzera se murió, me cuentan que de sobredosis de zapatazos e indiferencia. ¿Qué hago? ¿Estoy enloquenciendo?
Ella levanta la vista, mostrando unos ojos llorosos de lástima y ternura. Sin decir nada se levanta y comienza a lavar los platos.
No te olvides mañana de pasar a buscar a los chicos de karate, escucho entre espuma y agua y canillas.

Comments

Me encanta leer tus desvaríos...

Un saludo
Crispín said…
Yo justamente tengo el cd de la ardilla jazzera.

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