Me siento inconforme con mi constante nada.
Me persigue, me retuerce, aniquila, exaspera. Los ojos vacíos, pedacitos de uñas en la mesa, la radio de fondo, unas entradas a un concierto atonal.
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La encontró desnuda, las sábanas tiradas a un costado, el cuarto casi oscuro, si no fuera por la luz que entraba del baño. Ella susurraba el despertar repentino, él tenía miedo que se levante y lo encuentre así, estupefacto, quieto, tímido, mirándola. Simplemente no lo podía evitar. Simplemente ella, con el pelo desmarañado, las uñas mordidas, el maquillaje corrido, los lunares en la espalda; era suficiente. Quizás hasta demasiado.
No sabía cuantas horas había estado así cuando se despertó. Pasaron 2 días desde el incidente y todavía no logra entender que pasó. La recuerda recitando algo que le sonaba conocido, mientras se ponía la bota derecha. Recuerda como se agachó para ver si su cartera estaba abajo del sillón, y todavía despeinada casi sonríe al levantarse con las manos vacías. Se acuerda también del beso en la mejilla y lo mucho que tardó en cerrarse la puerta, terminando con un click que lo persigue adonde sea que vaya. Como un eco eterno, una sombra, una musiquita de espera por teléfono, una melodía que se repite como hombre que vende lapiceras en el tren.

Comments

Gala said…
me imagino que volviste... aunque no sé, ¿cuándo fue la última vez que hablamos? hmm bueno peque, en fin... me parece que nos teníamos que juntar!! :-/
Es bueno ser inconformista...y ser veleta...a ratos...
Crispín said…
Algún tiempo sin postear... Y ahora muchas uñas. Deberían abolirse las musiquitas en espera de los teléfonos.

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