cuestioname

Pidió un solo boleto, en vez de dos, y le dijo gracias a la señora gorda e infeliz que lo atendió con esas sonrisas despectivas y falsas, como los hombres traspirados adentro de los trajes de Barneys sonrientes.
Después renunció, y su jefe no entendía, verdaderamente estaba asombrado. Martín no. Pero su jefe sí. Y le ofreció más asientos y escalones y pantallas y futuro y Martín notó las palabras vacías en su tono de desesperación y le contó un secreto: tenemos el mismo jardinero.
Sin mujer y sin trabajo, sin cama, sin comida, enfrentó nuevos desafíos con toda confianza de que podría ser peor. Y que se le va a hacer, se repetía entre risas. Y bueno. Y bueno. Sigamos.
Así, Martín logró por primera vez aferrarse al presente.

Comments

Crispín said…
Bien por él, que pudo resistirse a la tentación de las pantallas planas. Aunque no lo creas, estuve viviendo una situación similar.
Un recomenzar...valiente...como lo son todos los recomienzos...

:o)

Muack!

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