Martín

Cuando Martín cruzó la calle, se acabó la calle. Apareció un espacio blanco, y sintió que sus pulmones se pinchaban como globo desinflado. Se dio vuelta, muy rápido, de manera brusca... no hay caso, pensó. Todavía tenía las frutas y verduras que le había comprado al pelado de la esquina, pero el pelado no estaba más. En vez de su verdulería ilegal, había un espacio blanco. También la peluquería de su prima, y el café donde trabaja la rubia los martes y jueves. Todo blanco.

El piso parecía haberse ido, pero saltó, y saltaba, y saltó, y no pasaba nada. Pestañó varias veces, mientras intentaba adivinar donde se escondía el mago, cual era el truco, el engaño. Por la cabeza le cruzó la idea de que no volvería a ver a sus hijos y se le cayeron las bolsas blancas y los tomates y las naranjas rodaron, y rodaron, hasta q no los pudo ver más; lo abandonaron.

Pronto se le llenaron los ojos de lágrimas. "Mis tomates..." repitió una y otra vez más, por que mis tomates, aullaba como lobo erguido, afligido o solo. Después sucedió algo extraño y aleatorio: comenzó a correr.

Corrió, y mucho, y luego comenzó a trotar, mucho más. El paisaje no cambiaba, sentía que no avanzaba, que era inútil. Efectivamente era inútil. Frustrado, se sacó el saco y noto marcas de sudor en su camisa blanca. También se sacó la corbata, y la siguió la camisa, un poco más tímida, y pronto se encontró desnudo. Después corrió un poco más, hasta perder de vista su ropa y su pasado.

Había olvidado como llegó ahí, de repente, como si hubiera nacido en esa mismísima eternidad cruel y soberbia.

Al rato notó que había dejado de llorar. O seguía llorando, pero no sentía las lágrimas bajar. Llevo las manos para frotarse la cara, los ojos, pero no pudo. Quiso gritar, pero no pudo. No veía sus manos! ni sus pies! Intentó golpear el suelo blanco, pero no lo encontraba. Se iba a dar por vencido cuando nació una forma irregular, sobre su cabeza. Lo que parecía ser un monstruo se expandió hasta formar un edificio. Pronto nació el semáforo, con sus colores, y la calle, aburrida, y la vereda, vacía y ansiosa con sus tonos de gris. Luego el cielo, nublado, y la lluvia se animó. Apareció el silencio y se asustó. Mucho. Martín se asustó tanto que hasta se creyó un enfermo lunático, un loquito, así, cuando lo usan con diminutivo y todos miran para abajo y sienten pena. Pero no había nadie para sentir pena. Ni siquiera eso. También se puso peor.

Apareció la gente! Finalmente, exclamó, ingenuo e inocente.

Comments

Muy bueno Cai, esta mañana ha despertado con lo mejor del día hasta ahora, y no son las diez.
Crispín said…
¡Qué loquito lindo que sos!
Crispín said…
¿Qué pacha que no hay más dibujos?
Caetano Evon said…
los dibujos..los dibujos..
sigo dibujando, pero se me complica para publicarlos en el blog x q donde ando no tengo scanner.. xD
pero bueno, ya vendran.. gracias x los comments... crispin y la ola siempre presentes

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