Alterno

Monólogo de un idiota XIX

Dame el silencio, quiero irme. Eso dijo, ella, sí, cuando quiso irse.
La mandé a freír ilusiones, x supuesto, yo no pienso vender rollos de esperanzas, y menos en la calle.
Y menos x su culpa.
fue viernes, esos días q cargan con una responsabilidad diferente, un principio y un final, siempre algo totalmente culpable, irracional e impreciso. Un sentimiento?
Atrás estaba el despertar, la secretaria, el reloj q me persigue a todos lados.
Sucedió así, en una de esas peleas usuales de mediodía, golpeé el reloj contra una pared, y lo vi ahogarse en el inodoro sucio y usado, y tire la cadena como quien entierra a su suegro.
Lo disfruté, tengo q admitirlo, me encantó.
Después se abalanzó mi memoria sobre mí, invitando a la culpa y mi augurio y mi dolor. Y mi pasado.
Arranqué con dificultad la memoria, a pesar de la sangre q chorreaba como helado en tarde de verano y se pegotea en los dedos, así de frutilla, la sangre... en la fuente la vi hundirse entre monedas de sueños. Se tiño de rojo, y no la ví más... seguí.
Pensé en todo lo que podía hacer, y lo que no podía. Pensé en mis límites: los que me regaló la naturaleza, lo que me impone la ley, lo que creo yo.
Seguí caminando por los bosques de palermo. No los necesito, pensé abstraído.
Me hice una fogata, pequeña, humilde, eficiente. Despegué los límites de mi sistema, y con asco los sostuve con el pulgar y el índice y los observe quemarse, como plástico, perdiendo su forma y identidad, desapareciendo entre las llamas. Me saqué los zapatos para alimentar el fuego y baile en círculos, como indio arraigado, al compás de los aullidos y los gritos y el dolor del quemar.
Me divertí, debo decir, me gustó mucho.
Después apagué el fuego con el saco, y más liviano emprendí viaje.
Encontré una llave en mi bolsillo. Debo volver, urgía, debo encontrarme.
La tiré en el primer basurero municipal.
y con ella mi billetera y documento.
Pronto era un señor vestido.
Luego un hombre.
Y el hombre rascó un árbol bajo una rama, con paciencia, y una puerta se abrió entre las raíces.
Entró sin mirar atrás.
Finalmente, uno.

Comments

Crispín said…
Tiraste el reloj, tiraste la llave.
Pero el rojo es mi color preferido.

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