No puedo

Monólogo de un idiota X

Tuve una idea inocente esta mañana: visitar a mi mamá.
Hace mucho que no la veía, ya casi tres meses, pero entre el trabajo y despertarme no tengo tiempo; mentira, ahora vienen más.
Al parecer estaba medio enojada por que cuando le toqué la puerta abrió con cara de poker, de esas que no pestañean cuando llega el par de ases, que apuestan cuando la mano viene vacía, que le cierran la puerta en la cara a su hijo. Y este individuo, hijo de cara de poker, no sólo recibe portazos con asquerosa indiferencia, pero también disfruta de un trabajo que lo enorgullece, juega al solitario con la soledad, y al truco también, busca entre la gente y no encuentra, busca entre su sangre y tampoco, mira para adentro, se hunde en el olvido. Gracias, mamá.
Di media vuelta y caminé por el medio de la calle, una de esas de barrio por donde no pasa nadie y siempre hace frío, donde los árboles se inclinan para tapar el sol, y cuando llueve no se escucha las gotas caer. Acá los perros siempre son demasiado flacos.
Se había convertido en alguno de esos domingos nublados y turbios, con ese viento seco que despeina y te hace cerrar los ojos, en estos domingos donde sólo se escuchan las ramas muertas bajo mis pies, en estos domingos donde los ases no llegan y la máscara no cambia.
Me subí al 152, pasá pasá, 80 por favor, y viajé parado.
Es tiempo de volver.

Comments

Crispín said…
Dudo mucho de que el idiota se enorgullezca de su trabajo, por muy idiota que se empeñe en ser.

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