Perdón.

Monólogo de un idiota XIII

Estoy sentado en la vereda. Se ensucia el pantalón negro, se arruga, se muerde la lengua y no pasa nada.
A mi derecha pasan dos señoras, dos libros, dos historias de la mano, bailando hacia el altar en sus camperas multicolores.
Enfrente, la calle, un edificio, un falcon verde oxidado; nada más.
Atrás de mí, un portero quiere preguntarme si me pasa algo pero no se anima. Igual lo que vale es la intención.
Todavía no llueve pero me cae una gota.
Todavía no soy gerente, pero soy empleado.
Todavía no me dejan soñar, pero llueve a cántaros.
Adentro de un café de por acá, él sigue tratando de descifrar cifras ajenas.
¿Las mías dónde están?
Veo al portero con sonrisa malgastada y manguera en mano. Bueno, me voy.
Llego a la esquina, el semáforo se camufla entre el rojo de uñas pintadas y yo cambio minutos por bocinas. Un riesgo imprescindible.

Comments

Crispín said…
Siempre hay un portero cerca, aunque no los veamos a simple vista.
Muy bueno.
Gala said…
Bueno! al fin hallo la manera de dejarte una firmita! (o es nuevo esto?) En fin, que paso seguido a espiar entre tus letras, che, y qué más...? es un lugar muy cómodo, me resulta de lo más agradable (no sé si llegar al extremo de usar la palabra "voluptuoso") leerte, y mejor me guardo el resto de las flores para otro día... que seguramente iremos a juntarnos; vos, yo, y otro par de personitas (si aceptan todos a la vez, y confían en mi criterio... hmm)
Ta luego Cai
Me encantan tus descripciones porque con las palabras nos trasladas allí...a esos allí´s

jeje

Besos

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