Otro

Monólogo de un idiota IX


Como cuadradito entre papel cuadriculado, de los de abajo, o los del costado (que a veces llegan cortados por la mitad y no se quejan), abrí los ojos antes de escuchar el despertador.
Y le pegué por bronca nomás, capaz de un sueño que olvidé, capaz porque simplemente es un despertador, y despertarse no está bueno.
Pero lo logré y en cinco estaba cambiado, aunque no fui al baño para no tener que mirarme al espejo, y salí. (ahora que lo pienso, dejé la puerta abierta) Y cuando el tiempo parecía estar de mi lado me metió un gol en contra, a propósito, de esos traicioneros: apenas puse un pie sobre la calle, empezó a llover, y vi una vieja que sacó el paraguas de abajo del brazo y con una sonrisa lo abrió. Seguro que estaba muy orgullosa. Todo mal con la gente tan preparada. Viven menos.
Igual seguí y no miré los charcos ni la gente, ni los cafés hirviendo, ni al cana que me decía que no cruce. Quién se cree que es.
Y abrí esa puerta giratoria con la que me mareo todas las mañanas y vi a la flacucha histérica de la secretaria, y la vi una y otra vez y no me saludaba y le dije, así como así, ¿qué carajo te pasa? Y no me respondió. Y ahora la pregunta salió algo como Qué NO te pasa a vos que tenés más problemas que el libro de matemática que guardas bajo la mesa para hacer al mediodía. Y me volvió a mostrar su cara de indiferencia, pero un reflejo invertido en sus ojos. Me escuchó lo más bien. Pero no dijo nada, así que aproveché para dejar las formuladas de lado, y le dije de todo, de arriba abajo, cubrí todos sus miedos y sus defectos, y la critiqué y la describí, como ciervo de montaña malparido y uno que otro animal que suele surgir a la mañana al verla. Y aprendí que es una de las cosas que hago mejor. Casi me siento culpable, pero no soy bueno en hacerme sentir culpable. Por suerte. Es pesada la culpa.
Igual después seguí mi camino y vi que tenía los auriculares puestos, y nada, seguí, hacia las escaleras y les saqué el polvo, a cada uno de los miles de pisos, para llegar a ningún lado, y la verdad que no estaba preparado para tanto tan temprano. Pero llegué y fue el primer y último logro del día. Trato de no pensar en escalas de tiempo más grandes, mejor dejarlo ahí, a ver si me preocupo del futuro, o si me estanco en el pasado. Mejor no arriesgarse. ¿No hay que focalizar la mente en cosas positivas, y sonreír, y reírse? Eso me dijo mi psicólogo. Pero al tarado ese nunca lo vi reírse, ni sonreír. (Mi ex me dijo que vaya al psicólogo, y le hice caso, pero esa es otra historia.) Próxima vez le hago un chiste al delincuente. Si no se ríe no voy más. Hipócrita. Me mata esa gente.

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