Nacer y renacer

Monólogo de un idiota XV

Se me tuerce el brazo cuando veo la ropa descansando sobre los muebles. Cuando veo los muebles viejos resignados en el piso sin barrer. Y el piso como papel, que me brinda el placer de escuchar y no perderme ninguno de los alaridos de abajo. A la vez está el edificio que amenaza con caerse abajo y terminar todo de una buena vez. Y la ciudad que cruzo todos los días, con sus caras y corbatas. ¿Por qué iría yo a quejarme?
Busqué por toda la casa una remera blanca, con una mancha de vino en el hombro derecho y un par de agujeros acá y allá. Pero nada serio. No era cualquier remera tampoco; en sus hombros llevaba historias de departamentos y hoteluchos, piel, erizo y otra brusca caricia. La encontré enterrada bajo cajones de papeles, no sé de qué, y unas cajas viejas de mudanza. No vendría mal una mudanza tampoco, un cambio.
La remera cargaba el mismo perfume de muñeca quebrada y sueños ilegales. Máquina del tiempo que solía esconderme en mi juventud y sus alegorías, sus esquinas, las clases, la tiza y las reglas. Ahora se me notan las venas en el brazo y en mi mochila encuentro ojos cansados que no perdonan, manos hábiles que buscan matar, uñas no tan prolijas y cicatrices por dentro y por fuera de una guerra que se esfumo.
Igual no me la pude poner esta vez. Algo era diferente. Parecía que me miraba una arruga insignificante, espía verdaderamente cruel, me sometía a la duda, había venido para juzgarme. Golpeé el armario y la pared, todavía están mis nudillos marcados ahí. Después me senté encorvado hasta que me dolió la espalda y me escabullí entre colchón, sábana y pesadilla, todos usados, todos viejos, todos mejores amigos.
Un par de horas después me miro al espejo con camisa blanca impecable y sonrisa colgate. También pasa un gato husmeando los rincones de mi vulnerable tiempo, dejando rastros, pelos, arañando sillones caros y tan importantes. Yo también quiero tener 7 vidas.
Y no… a la vez con una me sobra.
Qué parte entendí mal de todas esas películas de países lejanos, tan lejanos que se camuflan con el infinito, entre los dedos del universo, debajo de una manta de nada, que tanto disney presencié y fumé, adquirí, compré, alquilé sueños y esperanzas de Mickey y Donald y el otro mounstruo feo que no me acuerdo como se llama.
Algo me había dicho que eso era la felicidad. Algo me dice que me equivoqué. ¿Qué es la felicidad?

Comments

Andru said…
¡Qué ingenio para convertir un espacio en un infinito!

(avisá si te responden qué es la felicidad)
Crispín said…
Cai: me sorprendés chabón. ¿Vos sos consciente de cuánto vas mejorando? La pasta de artista la tenés adentro, pero además la estás laburando muy bien.
No sé si escribir y leernos será la felicidad, pero como mínimo es un placer efímero.
Zoe said…
Concuerdo en esta con Crispín..cada día vas mejorando.

Excelente relato.
Me has dejado...¿como decirlo?
sintiendo un extraño recogimiento silencioso.

Saludos Caí!
Un abrazo silencioso (aún no encuentro las palabras)
Pedazo de texto, me ha encantado, nos has metido dentro de tus letras como si estas tuviesen una puerta, o un agujerito como el de la remera y nos pudiesemos adentrar por ahí...

Besos
Caetano Evon said…
muchas gracias gente!!!!

:D
Anonymous said…
cai me encanto escribis muy bien y estoy segura qe con esto vas a llegar demaciado lejos
posta me ahce bien leer lo qe escribis
Luma

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