Entre paredes


Monólogo de un idiota XI


Yo odio muy pocas cosas. En principio, para empezar, hoy, mañana, odio a esa gente que dice ser del “gobierno”, del sistema. A esa incorrecta generalidad de "los políticos". A esos que usan máscaras de Ghandi y debajo encontramos delincuentes, mentirosos, creando falsas esperanzas a los inadaptados. Para empezar nomás.
Y como hay filósofos codiciosos también hay diosas confundidas. Esas que no saben lo que quieren y deambulan probando frutas inocentes por que comer sólo una va en contra de su dieta, y así dejan todo por la mitad, lo dejan por muerto en algún pastizal seco, y ajeno.
Como hay disfraces, farsantes idealizadas, también existen los ignorantes felices. Todos somos ignorantes de manera alguna, pero ellos deciden ignorar todo aquello que no sucede dentro de su jardín. Y en su jardín también ignorante éste vive feliz, de lo demás se ocupan los demás, y si no pueden los demás, se ocupa dios. Para algo está, ¿no?
También hay una parte de mí, una de mis personalidades opresivas que se odia a sí misma por un pasado vergonzoso, por no haber hecho las cosas mejor o simplemente diferentes. Otra que habla de alguna playa en Brasil y morir pescador. Y otras, tantas otras, otras. Las demás no se quejan tanto, o elijo no escucharlas, o no aprendí a descifrar su extraña simbología.
Me da pena la gente que no hace nada con su vida. Esas que buscan refugio en el trabajo, en la rutina, y pasan los años y acumulan objetos y dinero y un día les agarra cáncer y tienen unos buenos tres meses para pensar en todo lo que pudieron haber hecho. Y, así, mueren angustiados, pero sin antes decirle a su hijo mayor que haga algo con su vida. Y éste entiende lo mismo que su difunto padre entendió de su abuelo, y así crece uno más, otro trabajador compulsivo, otro vaso vacío, otra glándula venenosa.
No es gracioso.
Así comienza el fin.
Así, una vez terminada mi escalada hacia mi pedestal sombrío y falso, miro las cosas desde otra perspectiva, con otra niebla, y me bajo para ir a trabajar, diciendo más o menos las mismas tres palabras de siempre: la puta que lo parió. Son cinco en realidad.

Comments

Crispín said…
Un incipiente odio político puede volverse incontrolable. Un texto hermoso, aunque políticamente incorrecto.
Zoe said…
si...hermoso texto...

Alguien tiene que terminar el trabajo sucio, ¿o no?

¿para qué optar por un condena nueva y misteriosa si tenemos la posibilidad de elegir la conocida?

Una mierda lo que acabo de decir...pero patéticamente cierto (por lo menos inconcientemente; porque no creo que nadie concientemente lo admita)

Saludos desde la Clínica. Se agradecen sus visitas, ya que ellas y sus textos me animan en demasía.

Un abrazo
Diego M said…
Ufff! que final!
Gran texto, sobrecargado de ideas.
Dios no existe, así que no sé quien hará el trabajo.
Abrazo!
Anonymous said…
increible caiti, voy a pasar por cada uno de los ultimos qe leo
segui asi
un beso
Luma
Caetano Evon said…
la verdad sabe sonreír?
gracias por los comments...
saludos a todos..

Popular posts from this blog

y bueno

Imperfecto

En una plaza venida abajo